El País, por Pablo Ordaz, México, 30/06/2010, extracto.-
El narcotráfico tiene a México contra las cuerdas. El asesinato del candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) al Gobierno de Tamaulipas y el secuestro, desde hace 48 días, de Diego Fernández de Ceballos, uno de los políticos más poderosos del país, ponen de manifiesto de manera dramática el poder del crimen organizado y la debilidad del Gobierno de Felipe Calderón, solo en una guerra que ya ha provocado más de 22.000 muertos.
Dos días después de que el candidato Rodolfo Torre Cantú y ocho de sus colaboradores fueran asesinados a plena luz del día en Ciudad Victoria, las autoridades siguen sin saber cómo, quiénes o cuál es la intención de un crimen político que supone un salto cualitativo en la violencia del narcotráfico. Las elecciones a gobernadores que se celebran el domingo en 12 Estados de la República están ya marcadas por la sangre y el miedo.
El mensaje está muy claro: ya nadie está seguro en México. Los jefes de la droga no solo están en guerra por los territorios, sino que pugnan por colocar a sus respectivos candidatos en la cima del poder político. "Con plata o con plomo", llegó a reconocer hace unos días el propio Calderón. Tamaulipas es un ejemplo. Desde hace décadas, según denuncian los medios locales, las elecciones en el Estado norteño han venido siendo supervisadas -cuando no apadrinadas- por el cartel del Golfo. Sin embargo, desde principios de año, la organización criminal se fracturó y entró en disputa con Los Zetas, hasta entonces su brazo armado. La paz vigilada se convirtió en guerra abierta. Se dice, porque aún no hay versión oficial de los hechos, que las dos camionetas cargadas de sicarios que emboscaron y mataron al doctor Torre Cantú llevaban una zeta pintada sobre los cristales tintados.
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