Castells advierte que el fin de unilateralismo y los desafíos que trae el multilateralismo propiciado por Obama suponen, para ser una opción efectiva, la participación activa del mundo y de la Unión Europea en particular frente a los grandes asuntos globales – desde la no-proliferación nuclear al cambio climático y a la resolución de conflictos de una geopolítica multilateral. A falta de lo cual el mundo arriesga volverse más peligroso aún.
Manuel Castells, La Vanguardia, 26/09/2009 extracto.-
Obama renuncia al unilateralismo que ha marcado la política mundial en la última década. Y lo hace porque piensa que la magnitud y la urgencia de los problemas son tales que sólo una acción mancomunada y global puede permitir gestionarlos. Quiere detener la proliferación nuclear y llegar al desarme parcial de los arsenales de destrucción. Tomar medidas para mitigar el cambio climático. Acabar con Al Qaeda y prevenir el terrorismo global. Lo cual en parte está ligado a una estrategia de desarrollo compartido, de lucha contra la pobreza, las hambrunas y las epidemias. Vuelve a la carga para salir de la guerra de los cien años entre israelíes y palestinos. Y busca una estrategia coordinada para superar la crisis económica porque sabe que la mejora actual es frágil por ser consecuencia de la descomunal inyección de dinero público, cuyos efectos se irán diluyendo.
Su proyecto va más allá del discurso. Lo está apoyando con gestos concretos, como la renuncia al despliegue de misiles en Europa Oriental, una medida esencial para que Rusia coopere con relación a Irán y al desarme nuclear, pero por la que está pagando un alto precio político. Y es que, más allá de las convicciones personales de Obama, la situación de crisis económica, social y de valores que vive EE. UU. es de tal envergadura que aunque quisiera ser imperio no tendría los recursos para serlo. Aquí se junta el hambre de paz de Obama con las ganas de comer de un país que necesita su propia perestroika.¿Pero puede hacerlo?
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